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2º bachillerato: costumbrismo

El romanticismo y los románticos

Ya que vio romantizada su persona, toda su atención se convirtió a romantizar igualmente sus ideas, su carácter y sus estudios. Por de pronto me declaró rotundamente su resolu¬ción contraria a seguir ninguna de las carreras que le propuse, asegurándome que encontraba en su corazón algo volcánico y sublime, incompatible con la exactitud matemática, o con las fórmulas del foro; y después de largas disertaciones vine a sacar en consecuencia que la carrera que le parecía más aná¬loga a sus circunstancias era la carrera de poeta, que según él es la que guía derechita al templo de la inmortalidad.

En busca de sublimes inspiraciones, y con el objeto sin duda de formar su carácter tétrico y sepulcral, recorrió día y noche los cementerios y escuelas anatómicas; trabó amistosa relación con los enterradores y fisiólogos; [...] encaramándose a las peñas escarpadas, y se perdió en la espesura de los bosques; [...] examinó la ponzoñosa virtud de las plantas, e hizo expe¬riencia en algunos animales del filo de su cuchilla, y de los convulsos movimientos de la muerte. Trocó los libros que yo le recomendaba, los Cervantes, los Solís, los Quevedos, los Saavedras, los Moretos, Meléndez y Moratines, por los Hugos y Dumas, los Balzacs, los Sands y Souliés; rebutió su molliera de todas las encantadoras fantasías de Lord Byron, y de los tétricos cuadros de d'Arlincourt [..].

Fuertemente pertrechado con toda esta diabólica erudición, se creyó ya en estado de dejar correr su pluma, y rasguño unas cuantas docenas de fragmentos en prosa poética, y concluyó algunos cuentos en verso prosaico, y todos empezaban con pun¬tos suspensivos, y concluían en ¡maldición!; y unos y otros estaban atestados de figuras de capuz, y de siniestros bultos, y de hombres gigantes, y de sonrisa infernal, y de almenas altísi¬mas, y de profundos fosos, y de buitres carnívoros, y de copas fatales, y de ensueños fatídicos, y de velos transparentes [...], Generalmente todas estas composiciones fugitivas solían llevar sus títulos tan incompresibles y vagos como ellas mismas: ¡¡Qué será!!, ¡¡NO!!..., ¡Mas allá!..., Puede ser, ¿Cuándo?, ¡Acaso!..., ¡Oremus!
Mesonero Romanos