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martes, 28 de junio de 2011

Práctica de oraciones.

1. Mis conferencias se están desarrollando con un éxito muy grande para mí.
2. He estado en dos pueblos de la isla, Sagua y Caibarién, donde asistí a una cacería de cocodrilos.
3. Mañana doy la del cante jondo con ilustraciones de discos de gramófono.
4. Mis acompañantes elogiaron lo que ellos llamaban mi sangre fría.
5. La ciénaga de Zapata es un sitio con muchas clases de animales.
6. Si yo me pierdo, me encontraréis en Andalucía o en Cuba.
7. Cuando me iba a retirar, la madre de estos niños me ofreció una taza de café.
8. El otro día entré en un gran patio y me puse a conversar con unos niños.
9. La conversación con la gente me resulta agradable. Pero yo, a veces, prefiero la soledad.
10. Creo que continuaré unos días más en esta maravillosa isla.
11. Las Naciones Unidas defienden que la pobreza sea eliminada.
12. Lamento que no le hayas visto.
13. Mi hermano ha dicho que vengas con nosotros.
14. Me apetece que me visites.
15. Le pregunté si iría al cumpleaños.
16. Quería celebrar el cumpleaños.
17. Han encontrado al niño que se había extraviado.
18. Un maletín que sea grande es adecuado para un equipo de fotografías.
19. Una televisión que cueste mucho no siempre es buena.
20. No conozco al vecino que llega.
21. El concierto que está programado comenzará a las seis.
22. Los árboles que son un poco pequeños, ocupan todo el jardín.
23. La ciudad que está al noroeste, tiene un millón de habitantes.
24. Los jugadores que han participado recibirán un trofeo.
25. Antonio lo montó tal como pone en el libro de instrucciones.
26. Marta le trataba como si fuera su hermano.
27. Huyó saltando el muro de la cárcel.
28. Ponlo en marcha, pulsando el interruptor.
29. Cuando terminéis de usar el ordenador, avisad.
30. Ana se marchó después de entrevistarse con el gerente.
31. Todos nos pusimos donde daba más el sol.
32. Luis se dirige hacia donde le señaló su compañera.
33. Está enfermo porque no se alimenta bien .
34. No le hace caso porque desconfía de él.
35. Le seguí la corriente porque no quería polémicas.
36. Ha aprobado porque ha estudiado bastante.
37. Fuimos de viaje porque necesitábamos descansar unos días.
38. Hacía mucho frío, por lo tanto no salimos.
39. Su fiereza es tal que nadie se acercaba a menos de dos metros.
40. Si tuviera tiempo viajaría a países lejanos.
41. Si juego con vosotros me divertiré.
42. Si tuviera una casa en la playa, pasaría allí las vacaciones.
43. Si hubieras venido con nosotros, habrías visto a Luis.
44. Aunque era muy joven, hablaba con gran soltura.
45. Aunque hizo un gran esfuerzo, no consiguió sus propósitos.
46. Partiremos a las cinco, aunque esté lloviendo.
47. Ha ido a la arboleda para ver los pájaros.
48. Me llamaron para que interviniese en la reunión.
49. Hemos terminado el trabajo para poder salir cuanto antes.

miércoles, 16 de febrero de 2011

lectura de un fragmento de sonata de otoño.

Texto: Fragmento de Sonata de Otoño

Concha me llamaba desde el jardín, con alegres voces. Salí a la solana, tibia y dorada al sol mañanero. El campo tenía una emoción latina de yuntas, de vendimias y de labranzas. Concha estaba al pie de la solana:

- ¿Tienes ahí a Florisel?
- ¿Florisel es el paje?
- Sí.
- Parece bautizado por las hadas.
- Yo soy su madrina. Mándamelo.
- ¿Qué le quieres?
- Decirle que te suba estas rosas.

Y Concha me enseñó su falda donde se deshojaban las rosas, todavía cubiertas de rocío, desbordando alegremente como el fruto ideal de unos amores que sólo floreciesen en los besos:

- Todas son para ti. Estoy desnudando el jardín.

Yo recordaba nebulosamente aquel antiguo jardín donde los mirtos seculares dibujaban los cuatro escudos del fundador, en torno de una fuente abandonada. El jardín y el Palacio tenían esa vejez señorial y melancólica de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida amable de la galantería y del amor. Bajo la fronda de aquel laberinto, sobre las terrazas y en los salones, habían florecido las rosas y los madrigales, cuando las manos blancas que en lo viejos retratos sostienen apenas los pañolitos de encaje, iban deshojando las margaritas que guardan el cándido secreto de los corazones. ¡Hermosos y lejanos recuerdos! Yo también los evoqué un día lejano, cuando la mañana otoñal y dorada envolvía el jardín húmedo y reverdecido por la constante lluvia de la noche. Bajo el cielo límpido, de una azul heráldico, los cipreses venerables parecían tener el ensueño de la vida monástica. La caricia de la luz temblaba sobre las flores como un pájaro de oro, y la brisa trazaba en el terciopelo de la yerba, huellas ideales y quiméricas como si danzasen invisibles hadas. Concha estaba al pie de la escalinata, entretenida en hacer un gran ramo con las rosas. Algunas se habían deshojado en su falda, y me las mostró sonriendo:

- ¡Míralas qué lástima!

Y hundió en aquella frescura aterciopelada sus mejillas pálidas.

- ¡Ah, qué fragancia!

Yo le dije sonriendo:

- ¡Tu divina fragancia!

Alzó la cabeza y respiró con delicia, cerrando los ojos y sonriendo, cubierto el rostro de rocío, como otra rosa, una rosa blanca. Sobre aquel fondo de verdura grácil y umbroso, envuelta en luz como diáfana veste de oro, parecía una Madona soñada por un monje seráfico. Yo bajé a reunirme con ella. Cuando descendía la escalinata, me saludó arrojando como una lluvia de rosas deshojadas de su falda. Recorrimos el jardín. Las carreras estaban cubiertas de hojas secas y amarillentas, que el viento arrastraba delante de nosotros con un largo susurro: Los caracoles, inmóviles como viejos paralíticos, tomaban el sol sobre los bancos de piedra: Las flores empezaban a marchitarse en las versallescas canastillas recamadas de mirto, y exhalaban ese aroma indeciso que tiene la melancolía de los recuerdos. En el fondo del laberinto murmuraba la fuente rodeada de cipreses, y el arrullo del agua, parecía difundir por el jardín un sueño pacífico de vejez, de recogimiento y de abandono. Cocha me dijo:

- Descansemos aquí.

Nos sentamos a la sombra de las acacias, en un banco de piedra cubierto de hojas. Enfrente se abría la puerta del laberinto misterioso y verde. Sobre la clave del arco se alzaban dos quimeras manchas de musgo, y un sendero umbrío, un solo sendero, ondulaba entre los mirtos como el camino de una vida solitaria, silenciosa e ignorada. Florisel pasó a lo lejos entre los árboles, llevando la jaula de sus mirlos en la mano.
Concha me lo mostró:

- ¡Allá va!
- ¿Quién?
- Florisel
- ¿Por qué le llamas Florisel?

Ella dijo, con una alegre sonrisa:

- Florisel es el paje de quien se enamora cierta princesa inconsolable en un cuento.
- ¿Un cuento de quién?
- Los cuentos nunca son de nadie.

Sus ojos misteriosos y cambiantes miraban a lo lejos, y me sonó tan extraña su risa, que sentí frío. ¡El frío de comprender todas las perversidades! Me pareció que Concha también se estremecía. La verdad es que nos hallábamos a comienzos de Otoño y que el sol empezaba a nublarse. Volvimos al Palacio.

RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN, Sonata de Otoño.

lunes, 7 de febrero de 2011

Enlaces a apuntes.

Aquí os dejo el enlace de los apuntes de clase.
http://ies.sendagaliana.torres.educa.madrid.org/?q=node/223